AL ATARDECER


Vengo, Señor, cansado del trabajo,
cansado de la lucha y de mí mismo;
dame, Señor, la fuerza de tu brazo,
alivia la fatiga del camino.

Y, donde nuestros logros fueron pocos,
tu gracia abunde en frutos infinitos.

Esperando esta hora de silencio,
recorrimos la senda de este día,
para hablarte, Señor, para escucharte
y confiarte zozobras y alegrías.

Junto a Ti al caer de la tarde
y cansados de nuestra labor,
te ofrecemos, con todos los hombres,
el trabajo, el descando, el amor.



Volver