Orar es "hablar con el Maestro, con el Amigo". Saber que le hablo y Él me escucha. Esto no quiere decir "le digo algo y hará lo que yo quiera", "me seguirá la corriente". Dios no es un juguete en nuestras manos, no está ahí para hacer nuestra voluntad; al contrario, somos nosotros los que estamos aquí para hacer la suya o, al menos, para intentarlo con la mayor honestidad posible y por amor-amistad, no por obligación. El que vaya a la oración pensando que va a manipular a Dios (y hay gente que, consciente o inconscientemente, lo hace así) lo tiene claro, más vale que lo deje. Pero eso sí, Dios escucha siempre y, lo que es más, hará siempre lo que sea mejor para nosotros; (aunque, a veces, lo hará por caminos incomprensibles para nosotros). Dios también habla y lo hace de muy diferentes maneras, lo que pasa es que hay que saberlo escuchar. Para oir a Dios hace falta tener mucha sensibilidad. Hace falta que estemos abiertos para escuchar SU mensaje, el que nos quiera contar, y no esperar que Él nos haga NUESTRO discurso, el que nos gustaría oir, como si le hubiéramos pasado una "chuleta" de antemano. Dios habla al interior por medio de emociones, sentimientos, inquietudes, ... que debemos meditar sin prisa y con paz. ¿Qué debo hacer ante este problema o ante esta situación? ¿Dónde me necesitas, Señor? ¿Qué quieres de mí? Él nos responderá, a su tiempo, cuando lo crea conveniente, cuando sea mejor para nosotros, a través de pequeños gestos ... pero nos lo dirá. Hay que ponerse en la onda de Dios. Dios nos habla también por los acontecimientos exteriores (personas, hechos, problemas, testimonios, etc...). Debemos estar con los ojos y los oídos bien abiertos. |